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Chiloé, la isla magica

Por: Morphart

Hola viajeros!

El camino para llegar a Chiloé, en Chile fue largo. Fue necesario un avión, un bus y un ferry para salir de Tierra del Fuego y llegar a Castro. Aquí el sol ya comienza a sentirse de a poco aunque está lejos de calentar como haría el de Colombia, mi país natal.

De esta inmensa isla, último bastión español durante las guerras independentistas es mucho lo que se habla en Chile. Todos la recomiendan y es que no es para menos, los paisajes son impresionantes y curiosamente, a todo aquel que se ve en la calle, está sonriendo. Se dice que los “chilotes” son personas amables, llenos de historias.

La primera parada fue Castro, capital de la isla. Allí entre los fiordos se dice que de vez en cuando se avistan ballenas orca. La recepción estuvo a cargo de cinco arco iris que decoraron el camino desde la terminal de autobuses hasta el primer gran atractivo de la isla, un hotel que es una autentica casa del árbol cuya vista apenas si dejaba describirse.

Segunda parada Cucao. Luego de tomar tres carros haciendo autostop desde Castro, llegar al destino fue cosa de cuarenta minutos. Es un pueblo pequeño en donde aún se aprecian comunidades originales. Tuve la oportunidad de acompañar un trayecto del único jeep del pueblo que sirve como medio de transporte tipo “bus” para que puedan llegar hasta sus casas. La carretera pavimentada acababa aproximadamente a una hora de la última parada del jeep que pasaba por mar, ríos y dunas para llegar hasta allí. Es un lugar tan aislado que solo se puede llegar con la marea baja y cuando ellos “bajan al pueblo” saben que deben hacerlo por dos días pues es imposible regresar a casa el mismo día, no hay medios para llegar tan pronto a la ciudad. Durante este trayecto, conocí a un niño que me sorprendió no solo por su espontaneidad y sencillez sino, por su particular manera de ver la vida a sus cinco años.

– Y tú, ¿qué ves desde tu ventana? pregunté.

– Veo muchas matas, árboles, ballenas y pájaros que no dejan dormir por que hacen ruido- respondió sin mirarme.

-¿Ves muchas ballenas desde la ventana de tu casa?

-Sí.

-¿Y te emociona eso? pregunté con los ojos abiertos como platos. Ya quisiera yo la suerte de este niño.

-No, son ballenas nada más-, cruzó los brazos y remató con un -y tanto pájaro que no deja dormir-.

Emprender el camino al Muelle de las Almas es arriesgarse a ver varios arco iris por el camino. Un autostop más y tuve la suerte de encontrar a una pareja que se dirigía al mismo sitio. Un auto pequeño, una ruta llena de pantano y fuertes vientos, parecerían la receta perfecta para el desastre, pero esta vez, fueron ingredientes de risas y nuevas amistades. Efectivamente quedamos atrapados en el lodo por dos horas, tuvimos que caminar por cuarenta minutos buscando a alguien y finalmente, entre muchas ovejas apareció un pastor y detrás de él, una camioneta. Cantamos victoria muy pronto pues ni con la camioneta podrían sacarnos. Fue necesaria la fuerza de seis hombres y una mujer conduciendo para que el carro saliera del problema, solo para descubrir que además, nos habíamos equivocado de ruta.

Finalmente en el lugar correcto, comienza la caminata de casi dos horas hasta el muelle. Los vientos comienzan a soplar más fuerte, tanto que incluso son capaces de sacarnos del camino por momentos. Bastaron un par de fotos para que el paisaje cambiara y lo que era un día gris y con viento, se tornó en vendaval con granizo y relámpagos. Hora de regresar e intentar secar la ropa que de seguro va a tardar siglos debido a la cantidad de agua. Por fortuna esa chaqueta de Thermos Colombia aguanta cualquier clima y para sorpresa de todos, fue la única que pudo evitar que el agua se filtrara.

Las tormentas, los fuertes vientos y temporales parecían evitar que conociera mucho más de la isla. Todo empacado para salir a caminar por la carretera a esperar que la suerte sonría. El objetivo era recorrer la isla en autostop pero, no contaba con el mal tiempo. Cae un aguacero por unos minutos y por fortuna, previendo esto, luego de caminar dos horas sin suerte, me había quedado frente a una cabaña abandonada. No dejo de pensar en “Into the wild” y el bus. De hecho, podría vivir en esa casa junto al lago.

De vuelta al camino y el carro se detuvo. Su nombre, Isabel. Anda sola, viajando por Chiloé en un auto rentado en unas mini vacaciones que se tomó para desconectarse de todo. Ni su jefe sabe dónde está. Y así de la nada, acabamos conociendo más de la mitad de la isla. Tomamos ferry para ir a islas más pequeñas, un delicioso almuerzo en Dalcahue y sus famosas cocinerías junto a la magnifica feria artesanal en la cual ella se compró, vencida por el frío, unos guantes.

Después de todo un día lleno de sorpresas y paisajes que le hacen justicia a la fama de la isla, una despedida más y una promesa de volver a vernos en Santiago. El camino es largo para entrar a la isla, también para salir, pero tres kilómetros más allá, me recoge Juan, un chilote original y en su carro llego a un punto a sesenta kilómetros del cruce. Se hace se noche, el reto es llegar hoy mismo a Puerto Varas, otro famoso destino. Comienzo a preocuparme. Hago señas con la mano y la camioneta de Francisca y Carlos sigue derecho, a unos metros se detiene, comienza a dar reversa y entonces no puedo ocultar la sonrisa. Van a hacer el cruce al continente y como comenzaba a llover, la calefacción del carro se siente bien.

Tal vez si logre llegar esta noche a Puerto Varas que dicen, es como Alemania en Chile…

LA MITOLOGÍA DE AQUÍ

Hay que decir que hoy está muy mezclada con historias traídas por los españoles y no es extraño encontrar mitos greco-romanos muy similares a los mapuches un ejemplo de esto es “el muelle de las almas” en Cucao cuya leyenda dice así:

“Cuentan los antiguos, que cuando una persona muere, su alma debe viajar a los acantilados de Punta Pirulil y llamar al balsero Tempilkawe, quien los trasladará en su bote blanco de espuma hacia el horizonte y el cielo. No sin antes estar esa alma preparada y tener sus lindas llanka, que cobrará el balsero como pasaje.

En la cosmogonía pre-cristiana mapuche, existe un ánima universal, Pu-am, dónde concurren las ánimas de todos los seres vivos, animales y vegetales. Cuando un ser humano viene concebido, entonces desde el Pu-am, se desprende una singular ánima, Ám, la cual es parte de ese ser hasta su muerte. Cuando el hombre o mujer muere, el Ám sale de su cuerpo y se convierte en Pillü, un estado durante el cual el ánima no quiere alejarse de los lugares familiares. Sin embargo, el estado Pillü es muy peligroso, pues en ese estado el ánima puede ser atrapada por los Kaku y los Wekufes. Cuando finalmente el Pillü se aleja de los lugares dónde vivió, tiene que alcanzar la isla de Ngülchenmaywe, donde se convierte en Alwe. En ese estado, el ánima ya no puede ser atrapada por nadie y puede volver a los lugares familiares para ayudar a parientes y descendientes. Cuando pasa el tiempo y ya nadie recuerda al muerto, entonces el Alwe se disuelve en el Pu-am y vuelve a ser parte del ánima universal”.

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