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Saltos del Petrohue

Por: Morphart

Hola viajeros

La última vez que nos vimos, veníamos haciendo autoestop desde Chiloé, tratando de llegar ese mismo día. Luego de bajar del ferry y avanzar un par de kilómetros más, llegó el desvío en el que debía bajar. Honestamente hasta yo mismo empecé a perder la fe en llegar al destino hoy; además de estar en un lugar a oscuras, en una carretera rodeado de básicamente nada, había comenzado a llover.
Caminé un par de kilómetros, estaba emparamado. Apareció un puente el cuál miré de verdad con ojo de “¿será que aquí puedo dormir?” pensaba que había llegado ese día en que la recursividad habría sido la única manera de mantenerme caliente.
Hago nuevamente la señal del dedo y con señas de luces el vehículo responde. Un bus, rumbo a Puerto Montt. Si creyera en milagros, este sería exactamente a lo que yo le pondría ese nombre.
Me subí al “Bus de la última esperanza” Pero eso es otra historia y más bien la dejamos como la próxima entrada del blog. Queda pendiente.
Llegada a Puerto Montt y justo el bus se detiene al lado de uno con el aviso “Puerto Varas”. Estaba hecho, en contra de los pronósticos del clima, si llegaría a Puerto Varas, un pedacito de Alemania enclavado en Chile. Debo confesar que además la ansiedad y la curiosidad me impulsaban a este lugar pues cuando dije en redes sociales que vendría al sur de Chile, Manuel un amigo se desarmó en adjetivos y admiración por esta ciudad, tanto que me hizo romper mi promesa de “no ver fotos del lugar que visitaré”, para ver cuál era el escándalo.
Luego de encontrar un hostal, claramente atendido por alguien con aspecto alemán y haber llegado escurriendo a la habitación la noche anterior, hoy es el gran día. Mucho me han hablado de los Saltos del Petrohue y hoy el sol brilla en el cielo. Tengo entendido que eso es raro en esta época. Junto al Supermercado O´Higgins salen los buses con dirección a Petrohue, mucho más barato y rodeado de “insiders” como le llaman a los locales en algunas publicaciones que he estado leyendo; mucho más barato que un tour que aquí no es necesario tomar y siempre tienes la oportunidad de oír las historias de la zona. Yo por ejemplo hablando con Doña Francisca, una señora de 74 años, hablé todo el camino. Me contó que iba de visita a ver lo que quedó de su casa luego de que el volcán Calbuco hiciese erupción hace ya casi tres meses.
-Yo estaba lavando la ropa de mi nieto- comienza. -ya llevaba la ropa a colgarse cuando se me movió el piso, así como cuando ustedes los jóvenes dicen que se enamoran. Su voz temblaba y se movía entre la tristeza y la indignación.
-Ese rugido comenzó a escucharse por toda la casa. Yo a mis años ya no corro pero supe que era lo que pasaba. Hubo mucha arcilla, por que no cayó tanta ceniza. Del techo de mi casa quitaron tres metros y yo no puedo volver. Aquí el camino, ustedes los turistas ya lo ven limpio, pero esto quedó que uno no podía caminar siquiera. Yo sigo en Puerto Montt viviendo con mi hija y su marido que no me quiere y yo quiero mi casa, pero no dan permiso de vivir ahí- Tomó una bolsa y despidiéndose bajó del bus.
Efectivamente por un camino lleno de una arcilla gruesa comienzo a ver las famosas cascadas. El sol brilla alto pues es medio día aunque por cierto, por estar tan abajo en el hemisferio, en esta época el sol nunca llega a estar perpendicular a medio día. Uno aquí re aprende geografía todos los días. El agua es de un color esmeralda que parece falsa. Cuando dijeron que esto era bonito, se les olvidó decir que era tan bonito. Hago el camino de los saltos, una pequeña caminata sencilla que te va llevando por distintos puntos del río y te muestra caídas y piscinas, caídas y rápidos, caídas y fragmentos de río en calma. El volcán Osorno siempre vigilante es algo que no puede ignorarse. Este sitio es perfecto, como de película.
Luego un paso rápido por el Lago de Todos los Santos por el cual se puede hacer el paso a Bariloche, Argentina. Y en el camino me reconoce una pareja que minuto antes me pidió les tomara un par de fotos.
Me voy con ellos, ¿el plan? vamos a darle la vuelta al lago Llanquihue en el auto que ellos arrendaron y entonces, ese mismo día conocí Frutillar y los paisajes lecheros del sur de Chile. Además entramos a Cascada, un pueblo que recibe su nombre por la caída de agua que es su máxima atracción turística. Luego de detener el carro y caminar por una hora y media montaña arriba, atravesando puentes medio hechos por troncos, pasos del río que solo dejaban un par de piedras para pisar y creer en más de una ocasión que la tal cascada era un mal chiste, llegamos a este gran agujero que el agua ha creado. La columna de agua que cae se levanta, creo que unos 70 metros por encima nuestro. Lo vale.

Luego de una rica comida en el restaurante Cassis, la noche acaba con la promesa de vernos en Antofagasta, al norte. Así de fácil se conoce gente en el camino que está dispuesta a mostrarte su país.

Me levanto temprano y arriendo una bicicleta. Mi destino es Frutillar para almorzar allí y pasar el día en el Museo del Lago y comiendo strudell sentado en el muelle como manda la ley del turista, cuando llegas a la mini Alemania que hay aquí organizada. Manuel, mi amigo, tuvo razón al decir que amaría este sitio y que yo, aquí podría vivir.

Cómo llegar: Desde Puerto Varas se puede tomar un bus a dos cuadras de la plaza, frente al supermercado O´Higgins.
Valor bus: USD$2.00
Costos de entrada al parque Saltos del Petrohue: Gratis según temporada
Tiempo estimado de recorrido: 1:30 minutos
Costo navegación lago Todos los Santos: negociable.
Costo entrada parque Cascada: Gratis

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