Por: Morphart
Cuando supe sobre esta Casa en el Árbol, tuve esa extraña sensación que era ese el sitio que debía visitar. Me encontraba entonces en la Patagonia chilena y el viaje sería largo, me llené de expectativas. De niño pude crecer rodeado de naturaleza gracias a los tradicionales paseos familiares. La agilidad que te da ser niño muchas veces me llevó a estar encima de las ramas y mirar desde allí al mundo. Sin embargo y aunque lo pedí a mis padres o lo propuse a mis amigos, nunca tuve una casa en un árbol.
Llegué a Castro, capital de la gran isla de Chiloé. De esta, la segunda más grande de Sudamérica después de Tierra del Fuego es mucho lo que me han hablado; su mitología, sus historias, su pasado, su arquitectura e iglesias únicas incluso declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Algo debe tener pues no solo todos los chilenos recomiendan visitarla sino además, es un destino reconocido por Lonely Planet como uno de los mejores por sus campos, valles, y gastronomía.

A cinco kilómetros de Castro, en la ruta 5 dirección sur, metida entre un pequeño bosque con vista al fiordo y al sol que apenas amanece tras unas bellas montañas que transportan a otros lugares, se encuentra este lugar que me devolvió a la infancia y me cumplió por fin ese sueño de dormir entre los árboles. Justo en la isla mágica, vengo a encontrar con este lugar. Me intriga saber sobre esta casa. Luego de unos doscientos metros de camino, ahí estaba, sostenida entre las ramas y yo desde abajo la miraba con cara de niño ¿Cómo será por dentro?- de seguro pequeña me respondí a mi mismo.

Subí los catorce escalones que me separaban del deseo infantil y al abrirse la puerta, no daba crédito a lo que veía. Es muy grande en realidad, amoblada para que incluso tres personas duerman cómodamente en ella, llena de detalles, con una decoración tan cuidada que da la impresión de que entras a la casa de alguien que se esmera mucho por su propio espacio y no a la habitación de un hotel.


La cabaña tiene un espacio social, una cocina completamente dotada, dos altillos que cumplen la función de habitación, un baño y tres balcones en distintos niveles todos con vista al mar en el que si me lo permiten, cuando vayan, les recomiendo se tomen una botella de su vino preferido y en silencio disfruten del momento mientras el viento se pasa entre las ramas que tendrán en frente.

Es un lugar perfecto para venir solo y disfrutar del silencio, la naturaleza y la vista. También es el plan perfecto para parejas, pues dudo exista en esta isla, un lugar más romántico que este.
Dirección: Peninsula de Nercón ruta 5 sur, Castro, Isla de Chiloé, Chile.
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